viernes, 10 de mayo de 2013

Capítulo dos: Cuando nuevas personas importantes aparecen en tu vida

-¡Laura!
-¿Brit? Eres tú, ¿no?
Sonrió ilusionada asintiendo y nos abrazamos fuerte. Llevaba todo el verano hablando con ella por Skype y la había cogido bastante cariño.
-Yo soy Melanie. -sonrió la mujer. -Él es Nathan, mi marido y él -señaló al pequeño -es George.
Melanie y Nathan me dieron dos besos en las mejillas cada uno y George se escondió más aún.
-Encantada, soy Laura. -dije sonriendo agradecida de que me haya tocado esa familia tan simpática.
Me ayudaron todos con las maletas y fuimos hacia su coche a meter todo en el maletero.
-¿Y si os invito a desayunar? -propuso Nathan.
-Yo ya he desayunado pero... -me lo pensé. -prefiero desayunar dos veces. -reí y ellos conmigo.
-Pues ya está, perfecto. ¿Dónde queréis ir?

[...]

Pasé la mañana entera en el centro comercial que había junto al aeropuerto con los Brandon. Me habían caído realmente bien. Sobretodo con Brit, había congeniado con ella a la perfección. En cierto modo me recordaba algo a mi mejor amiga de allí, en España. Además iba al mismo instituto de Bellas Artes que yo, solo que ella no quería especializarse en fotografía, sino en baile clásico y moderno; por lo que íbamos a pocas clases juntas. De todas formas, podríamos vernos en el recreo y ella conocía a gente de allí. Me había hablado de ese sitio. Era grande, con mucha gente dentro, tenía sus grupos sociales: La típica Barbie hecha de plástico y maquillaje que tenía dos perritos falderos detrás y que se ligaba a todos los tíos; los típicos que preferían concentrarse en sus estudios y nada más tocar el timbre se iban siempre a su casa; los tíos "populares" asquerosos que le lamían el culo a la Barbie; y por último estaba el grupo medio: La gente normal. Gente que solo quería disfrutar entre ellos pero también concentrarse, gente símpatica, chicos y chicas, como yo, y como Brit. Me había hablado de sus amigos y formaban a la clase media. "Mejor", pensé.
Al mediodía fuimos a comer a su casa. Nathan cocinaba realmente bien, vaya solomillo en escabeche nos hizo... Melanie tuvo que irse a trabajar después de comer y George... Bueno, él seguía igual de tímido. Me acerqué a él.
-Hola. -dije.
-Hey. -sonrió tímido.
-Eres George, ¿verdad? -asintió levemente y sonreí.
-Mira, te voy a enseñar una cosa. -seguidamente, salió corriendo y volvió con una maquinita que parecía una Nintendo DS. Como la que yo tenía de pequeña, solo que mucho más modernizada. -Es una DS y tiene cámara. Brit me ha dicho que te gustaban estas cosas de fotos.
Me sorprendí de lo rápido que se había soltado después de ser tan tímido. Me ofreció el aparatito y yo lo tomé sonriendo. George me enseñó cómo usarlo. No se comparaba con mi cámara pero tenía sus cosas graciosas. Estuvimos así bastante tiempo hasta que oí a Brit detrás de mí:
-¡Laura! Me ha dicho Rebecca que si te vienes esta tarde a dar una vuelta con tres amigos más y así los conoces. Uno de ellos también está interesado en la fotografía en nuestro instituto.
-¡Perfecto! ¿Qué hora es?
-Son las cinco y media; en un cuarto de hora he quedado con ellos en un Starbucks de aquí cerca, ¿vale?
-Guay, me voy a arreglar que llevo unos pelos...
Rió y me fui al baño, me quité con una toallita los restos de rímel que se me había corrido por culpa del calor, me eché un poco, me peiné un poco con los dedos y salí.

[...]

Me lo estaba pasando realmente bien. El grupito consistía en Victoria, una preciosa chica, bastante dulce, de nuestra edad, morena con el pelo liso y unos ojos negros y grandes que eran adorables y daban miedo a la vez; Drake, un chico rubio con unos ojazos azules y piel bronceada, bastante mayor que nosotras, con un cuerpo bastante envidiable, todo un ligón; William, igual de atractivo, con el pelo más largo y castaño, unos ojos marrón oscuro y muy carismático y llevaba una gorra que me encantaba; y por último, Keith, el hermano pequeño de Will. De aspecto, era muy parecido a su hermano, pero con el pelo más claro y unos ojos azules que enamorarían a cualquiera... Sin embargo, era mucho más tímido y adorable. Los tres chicos venían de California. Keith para estudiar aquí, al parecer era él el que iba a hacer fotografía, Will para ir a la universidad y Drake para conseguir un trabajo. Los tres hacían surf y skate.
-Así que tú vas a estudiar fotografía, ¿no? -le dije a Keith que parecía muy callado, mientras los otros cuatro hablaban de surf y de la vida en California. Me miró y abrió los ojos un poco.
-Eh... sí. ¿Por? -dijo tímido.
-Yo también. -sonreí. Me imitó.
-¿En serio?
-Sí, mira. -Saqué mi cámara de mi bolso y se la enseñé.
-Vaya, sí que es bonita. Yo tengo una Canon. A ver si la lleno de fotos de Londres, he venido en mayor parte por eso. Esto sí es una ciudad para fotografiar, ¿eh?
-¿Verdad que sí? A mí me pasa lo mismo, en España no hay mucho que fotografiar...
-¿Es que eres española? -Asentí. -Ah, ya decía yo que tenías un acento diferente. -sonrió.
-Bueno, supongo que tengo que mejorar mi pronunciación.
Rió. Tenía una sonrisa bastante bonita.
-No, en absoluto. Ese acento es adorable.
Me sonrojé. Vaya chico, detrás de ese tímido había un chico de lo más tierno y simpático.
-Gracias. Me gusta el tuyo. Es... ¿americano?
Rió de nuevo, y yo con él. En serio, era demasiado mono. Estuvimos un rato hablando con los demás y luego empezamos a hacer fotos al Tower Bridge y otros monumentos, que quedaba justo al lado de la cafetería donde estábamos. Además, estaba empezando a anochecer y quedaba precioso. Hacíamos una competición a ver a quién de los dos le salía mejor. Brit, Drake, Will y Victoria eran el jurado.
-¡No vale! Tu cámara es más buena. -dijo Keith cuando votaron y yo gané.
-Haber ahorrado tú media vida para comprarte una Réflex. -me encogí de hombros mientras el reía.
-No vale, igual. Quiero la revancha.
Elevé las cejas.
-Te voy a ganar de nuevo.
-Que te lo has creído.
Seguimos con esa "competición" hasta que se hizo la hora de cenar y volvimos cada uno a nuestras casas, ellos por un lado Victoria por otro y Brit y yo a su casa.

[...]

-Te llevas bien con Keith, ¿eh, pillina? -me dijo levantando una ceja.
-Bueno, tiene muchas cosas con común conmigo... -al instante pillé su intención de decir algo. -No, Brit, no me gusta.
-Seguro...
-¿Es que no puede ser mi amigo sin gustarme?
-¿Amigo? -rió.
-Le conozco desde hoy. Ni siquiera me atrevo a decir que sea mi amigo.
-Ya se verá...
La miré con exasperación pero luego reí. Nos acostamos, aún eran las once, pero ambas estábamos agotadas. Además solo me quedaba un día de vacaciones. Y lo pensé. Pensé en todo lo que me quedaba y lo que iba a disfrutar y sonreí como nunca.

domingo, 5 de mayo de 2013

Capítulo uno: El comienzo de algo nuevo

-Venga, que ya son las cuatro menos diez de la madrugada...
-Voooooooy.
-¡Laura! -espetó de repente mi madre en un ligero tono de exasperación.
-Que no, mami, déjame saltarme la primera hora...
-¿Qué primera hora? ¡Que pierdes el avión!
Mis ojos se abrieron inconscientemente. ¡Es verdad! ¡Londres! El poco tiempo que dormí lo ocupé soñando en que iba a ir a esa maravillosa ciudad, y al despertarme creí que todo se iba a quedar ahí, en un sueño. Pero no: Realmente iba  a ir a Londres. Me levanté corriendo y feliz, como esos días que te levantas pronto pero simplemente es para ir a una excursión en el colegio, o para el último día de clase. Me dolía la cara de tanto sonreir. Subí las persianas enérgicamente, lo que mi hizo que casi cayera al suelo. Busqué en mi móvil 'Here's To Never Growing Up' de Avril Lavigne, una de mis diosas. Adoraba esa canción. Subí el volúmen al máximo y abrí el armario. No había más que una camiseta rosa fluorescente sin mangas, unos leggings a rayas verticales blancas y negras y mis Vans del mismo color que mi camiseta. Algo cómodo. El resto de ropa estaba en el equipaje: Dos grandes maletas repletas de ropa, algo muy importante para mí; y otra mini-maleta con mis cosas personales: Bolsa de aseo, maquillaje, las planchas para el pelo, todos mis discos y mis libros (que había una considerable cantidad de cada) y bueno, lo más importante para mí: Mi Réflex. Había estado la mitad de mi vida ahorrando para ese aparato y al fin y, con la ayuda de mi familia, la tenía en mis manos. Con cualquier otro aparato electrónico me habría dado pereza aprenderme todos sus botones pero, ¿una Réflex? Me iba a alimentar con eso, además de que era mi pasión.
Me vestí y arreglé en el baño, cogí la mochila que utilizaba como bolso con mi móvil, cargador, y mi cartera (que incluía una tarjeta de crédito recién rellenada); y miré a mi habitación por última vez antes de irme. Estaba casi vacía, parecía que me habían robado. Quité esa idea de mi cabeza. Eso sería algo horrible. Sonreí y, con la mochila en mi hombro fui a desayunar. Comí bastante: Me esperaba un día largo. Me dirigí a la entrada, donde se encontraba todo el equipaje. Revisé que estaba todo y miré a mi madre, que descansaba apoyada en el marco de la puerta.
-¿Y Eva?
-Está durmiendo, voy a despertarla...
Eva era mi hermana mayor. Guapa, simpática, con un cuerpo perfecto, un año y medio más que yo. Tan parecida como distinta a mí. Siempre he sido más tímida que ella.
Al poco tiempo apareció con unos leggins azul marino y una camiseta blanca con rayas rojas y un ancla del mismo azul que la parte de abajo.
-¿Nos vamos? -bostezó.
-Pero ya, que pierdes el avión. -se dirigió a mí mi madre.
Cada una cogió una maleta y nos marchamos hacia el coche. Una vez allí, mientras metíamos todo en el maletero me fijé en la calle, mi calle. No la vería más en mucho tiempo. Suspiré y me puse los auriculares mientras me metía en el coche y mi madre arrancaba para ir al aeropuerto.
Cuando estuvimos en carretera, abrí la ventana y asomé levemente la cabeza para respirar aire limpio, costumbre que me encantaba hacer de pequeña y, aunque mi madre intentó quitármela, no lo ha conseguido. Aspiré bien: Era la última vez que respiraría aire limpio español. La música sonaba fuerte en mis oídos y cerré los ojos para disfrutar de mi último "momento de gloria" en España.

[...]

Me encontraba abrazando fuerte a mi madre, y ella me decía y repetía lo típico: "Ten mucho cuidado, llámame cuando llegues y no olvides cogerme el teléfono siempre que llame, mira por dónde vas, no te equivoques de familia de acogida, pórtate bien con ellos..."
-No te preocupes sobre la familia, he hablado con ellos ya, además hay una chica de mi edad y es majísima. Me va a ir bien. Además, tengo dieciséis años, soy mayorcita.
-Es cierto, siempre has sido madura para tu edad... -me abrazó con más fuerza -Supongo que estoy asustada de que te hagas mayor...
-Tranquila, mamá.
Poco después, me despedí de mi hermana con otro buen abrazo.
-Cuídate, enana.
-Lo haré.
-Y si ves a los One Direction esos que tanto adoras, échale un buen polvo a Louis de mi parte.
La di un capón.
-Nunca cambiarás, ¿no? -dije divertida.
-Y espero que tú tampoco lo hagas... Ten cuidado a ver si vas a venir hecha una pija, merendando té y pastas y levantando el dedo meñique cada vez que cojas una taza... -se burló y le di un capón, más flojo, antes de abrazarla de nuevo junto a mi madre y les dije un "Cuidaos" antes de salir corriendo hacia mi vuelo.

[...]

Apenas quedaban veinte minutos para que el avión aterrizara. Apoyé la frente en la pequeña ventanita del avión y me fijé en el cielo de un precioso color entre azul, violeta y algo de rosa: Estaba amaneciendo. Rápidamente busqué mi cámara en mi mochila y la encendí con cuidado. Me puse en una posición concreta para que no se viera el interior del avión reflejado en el cristal de la ventanilla. Apreté el botón y sonó un "click" entre todo el silencio del avión. La foto había quedado genial: Se veían las farolas todavía encendidas iluminando levemente un pueblo cercano a Londres. Precioso. Sonreí satisfecha y guardé mi Réflex. Pensé en lo que me esperaba y no paraba de preguntarme a mí misma si realmente me iba a hacer feliz estar aquí. No más de diez minutos después se escuchó una voz anunciando que el avión iba a aterrizar, que apagáramos los aparatos electrónicos y nos pusiéramos el cinturón. Eso hice y, después de unos cinco minutos noté la tierra londinense a pocos metros de mí. Eso me hizo coger mi equipaje de mano y bajar corriendo. Creo que fui la primera que estaba plantada frente a la puerta. Un señor me dijo que me esparara hasta que se abriera la puerta. Cuando lo hizo, salí disparada literalmente. A pesar de que eran las siete y media de la mañana, había un rayo de sol. "Raro, viniendo del cielo británico", pensé. Fui hacia el interior del aeropuerto donde no había demasiada gente. Fui a por mi equipaje mientras buscaba con la vista a los Brandon. Cuando tenía todas mis maletas oí mi nombre detrás de mí y vi a una chica rubia con el pelo algo ondulado, cortado por los hombros y unos bonitos ojos color miel. Detrás de ella había una mujer igual que ella pero con treinta años más, un hombre moreno con algo de barba y un niño, también rubio, de unos seis años como mucho, escondido detrás de la pierna de su madre. Debían de ser la famosa familia Brandon.